Cuando hablamos de duelo lo primero que se nos pasa por la mente es el fallecimiento de un ser querido, pero hay que señalar que también se pasa por un proceso de duelo cuando se rompe con una pareja, cuando hay una separación de un amigo o familiar, cuando hay un cambio radical en la vida de una persona etc.
Todos estos ejemplos tienen en común que la persona sufre una pérdida en relación a algo o alguien, lo cual era importante o significativo para ella. Tanto es así, que siente que una parte de sí misma/o se ha marchado con esa pérdida.
Esta pérdida sufrida (que como decíamos puede ser, o bien una parte del cuerpo –mama-, un ser querido, un cambio en nuestra vida –migración- etc.) en muchas ocasiones, forma parte de nuestra identidad, es decir, que ese ser querido, por ejemplo, ha dado sentido a nuestra identidad, la cual, al menos en parte, no podría pensarse sin esa persona. Esto quiere decir que de alguna forma aquello perdido definía quién éramos. Y asumir que algo de nosotros se ha ido, a veces, puede resultar complicado porque afecta a lo que conocemos como “autoestima”. ¿Qué de nosotros se ha ido con esa pérdida? Cabría preguntarse.
En el duelo aparecen sentimientos ambivalentes de amor y de odio por esa pérdida, aunque no son predominantes; ciertos sentimientos de culpa y también una idealización de aquello perdido. Lo sentimientos de culpa suelen darse por esa ambivalencia que aparecen en la persona, debido a la ira y enojo que pueden aparecer por la pérdida (referidas a la persona perdida o al mundo en general), por sucesos anteriores que no se han solucionado bien etc. Cuando se sufre una pérdida todo el foco de atención, nuestros pensamientos, emociones, recuerdos… van dirigidos a esta. Es un proceso por el que todo lo malo se empieza a olvidar y sólo se recuerda lo bueno, es una forma de aferrarse a aquello que se ha perdido y, de esa manera, no asumirlo. Si elevamos a la categoría de santo lo perdido se convierte en eterno, así idealizado, jamás se pierde en nosotros. En muchas ocasiones, las personas que tienen que emigran a otro país, por las razones que sean, durante una larga estancia, suelen idolatrar su país natal en detrimento del país al que han migrado. Y, en ocasiones, esto puede dificultad una adaptación adecuada.
En la etapa inicial del proceso de duelo se puede tener sentimientos de vacío ocasionados por la “falta” que acompaña esa pérdida sufrida, a mayor apego con aquello perdido mayor será ese sentimiento de vacío que se tenga. Sin embargo, estos sentimientos, poco a poco, han de ir disminuyendo y la persona ha de ir recobrando el interés por el trabajo, los amigos, hobbies etc, en definitiva, por el mundo externo. Si esto no sucede así, sería el momento de pensar que probablemente necesitemos ayuda para poder tramitar el dolor.
¿Cómo se trabaja el dolor ante el duelo?
Poco a poco, en un duelo habrá que ir consiguiendo reestablecer un equilibrio psíquico trabajando sobre:
La aceptación de la realidad. Al principio puede ocurrir que se niegue, como mecanismo de defensa, lo sucedido, minimizándolo y restándole importancia a la pérdida y actuando como si nada hubiese ocurrido. Esto hay que ir atravesándolo poco a poco. Poder ver qué significaba para la persona la perdida en cuestión que hace que asumirla pueda ser peor que mantenerse al margen de la realidad.
Trabajar las emociones que surgen durante el duelo como la rabia, ira, dolor, tristeza, sentimiento de vacío, nostalgia, desamparo, soledad, impotencia, miedo, culpa etc. Son emociones normales de un proceso de duelo y bloquearlas hacen que puedan aparecer problemas más profundos con el tiempo, e incluso, somatizaciones. Surgirán numerosos recuerdos que harán que se reproduzca de nuevo el dolor, pero atravesando, una vez más, lo que significa esa pérdida y lo que ha significado en su vida, poco a poco el dolor se irá apaciguando.
Por último, hay que aceptar la pérdida. Progresivamente la persona se va dando cuenta de que lo perdido no va a volver, con lo que toda la atención que concentraba en esa persona, situación etc. volverá así misma/o para después redirigirla al mundo exterior, ya sea a otras personas, al trabajo, hobbies etc.
¿Cuándo solicitar ayuda psicológica?
Cuando lo creas necesario. Si algo de ti siente que necesita un apoyo o una ayuda para acompañarte durante este proceso no dudes en consultar. No hay estándares fijos, cada persona vive las pérdidas como puede y no hay mejor o peor forma de solucionar los conflictos, simplemente hay que buscar tu equilibrio psíquico mediante el cual consigas sentirte bien contigo mismo/a.
Un duelo normal pueden durar hasta un par de años, durante un año pueden surgir numerosos acontecimientos que hagan que esa herida se vuelva a abrir. En el caso del fallecimiento de un ser querido, situaciones como su fecha de cumpleaños, navidades, cualquier evento familiar o social en definitiva, o situación en la que solía estar, se volverá a poner la atención en esa persona lo que hará que el dolor vuelva a aparecer. Pero, con el tiempo, esa herida cicatrizará y el recuerdo no dolerá tanto. En los duelos normales no sería necesario una ayuda terapéutica pero siempre se puede acompañar a la persona para que vaya atravesando estas etapas con un apoyo profesional.